La nacionalidad más exclusiva del mundo: claves sobre la ciudadanía vaticana. | Pro Corp

La nacionalidad más exclusiva del mundo: claves sobre la ciudadanía vaticana.

Todo lo que debes saber sobre una de las nacionalidades más particulares del planeta

Publicado el 6 de Mayo, 2025 | Por Pro Corp | Humberto Calderón | 8 minutos de lectura

La Ciudadanía Vaticana: El Sistema Jurídico Más Exclusivo del Mundo | Pro Corp

En el corazón de Roma, dentro de los muros de una de las ciudades más pequeñas del mundo, se encuentra uno de los sistemas jurídicos y políticos más singulares del planeta: la Ciudad del Vaticano. A pesar de su reducido tamaño —apenas 44 hectáreas— y de su población permanentemente fluctuante, el Vaticano no sólo es el centro espiritual de la Iglesia católica, sino también un Estado soberano plenamente reconocido por la comunidad internacional.

Esta singularidad se extiende también al concepto de ciudadanía, que en el caso vaticano presenta características únicas, alejadas de los criterios tradicionales de nacionalidad por nacimiento, sangre o residencia prolongada. La ciudadanía vaticana no se adquiere de manera ordinaria ni está abierta a procesos voluntarios de naturalización, lo que la convierte en una de las ciudadanías más exclusivas y particulares del mundo contemporáneo.

El sistema de ciudadanía funcional del Vaticano

El Vaticano es un Estado regido por un modelo de monarquía electiva absoluta, cuyo jefe de Estado es el Papa. La ciudadanía vaticana no se transmite de padres a hijos, ni se obtiene por haber nacido dentro del territorio —como ocurre en otros países bajo el principio del ius soli—, ni por ascendencia familiar —como sucede con el ius sanguinis—.

En su lugar, el Estado vaticano aplica un sistema de ciudadanía funcional, es decir, que la nacionalidad vaticana se otorga con base en una relación laboral o institucional con el Estado de la Ciudad del Vaticano.

En términos generales, sólo pueden ser ciudadanos vaticanos aquellas personas que prestan servicios esenciales dentro de las estructuras del Vaticano, como funcionarios de alto nivel, miembros del clero en determinados cargos, miembros de la Guardia Suiza y algunos residentes permanentes con funciones específicas al servicio de la Santa Sede.

Normativa que regula la ciudadanía vaticana

La normativa principal que regula la concesión de la ciudadanía vaticana se encuentra en la Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano, la cual fue modificada por última vez en 2000 bajo el pontificado de Juan Pablo II.

Según dicha legislación, la ciudadanía puede concederse a tres categorías de personas:

  • A los cardenales que residen en el Vaticano o en Roma
  • A las personas que residen en el Vaticano por razón de su cargo o función
  • A los miembros del cuerpo diplomático del Vaticano

En la práctica, esto significa que, por ejemplo, un sacerdote que ha sido designado como funcionario de la Curia Romana y reside en el Vaticano puede adquirir la ciudadanía vaticana mientras dure su cargo. Asimismo, los guardias suizos, que conforman la fuerza militar encargada de la seguridad del Papa, reciben la ciudadanía vaticana durante el período en que prestan servicio activo.

Temporalidad de la ciudadanía vaticana

La ciudadanía vaticana, sin embargo, no es permanente. Una vez que cesa la función que originó su concesión, la persona deja de ser considerada ciudadano vaticano. No existe, por tanto, una ciudadanía vitalicia salvo en algunos casos muy puntuales, como el de cardenales jubilados que continúan residiendo en territorio vaticano.

Además, el Vaticano no permite la doble ciudadanía en el sentido estricto. Lo que ocurre es que, dado que los ciudadanos vaticanos casi siempre tienen también una nacionalidad de origen (por ejemplo, italiana o suiza), se considera que al dejar de ser ciudadanos vaticanos automáticamente recuperan el ejercicio de sus derechos nacionales en su país de origen.

De hecho, muchos ciudadanos vaticanos mantienen su vínculo jurídico con otro país, lo que facilita su reintegración una vez terminadas sus funciones en la Santa Sede.

Curiosidades sobre la población vaticana

Uno de los aspectos más curiosos y llamativos de esta nacionalidad es que el número total de ciudadanos vaticanos es extremadamente bajo y varía constantemente. Se estima que hay alrededor de 800 a 900 ciudadanos vaticanos en total, de los cuales sólo una parte reside de manera continua dentro del territorio del Estado.

Muchos son ciudadanos que, por razón de sus funciones diplomáticas o pastorales, se encuentran destinados en otras partes del mundo, pero conservan su estatus legal como nacionales del Vaticano. En general, la población permanente del Vaticano no supera las 500 personas, lo que convierte a este Estado en uno de los menos poblados del planeta.

Aspectos jurídicos internacionales

Desde una perspectiva jurídica, la ciudadanía vaticana plantea también interesantes interrogantes sobre la protección consular, el ejercicio de derechos civiles y la normativa migratoria. Por ejemplo, al no ser miembro de la Unión Europea, el Vaticano no otorga derecho de libre circulación por el espacio comunitario.

Sin embargo, dado que la mayoría de sus ciudadanos también poseen pasaportes de países europeos, en particular Italia, no suelen enfrentarse a obstáculos significativos para moverse por Europa. De hecho, no existe un pasaporte vaticano ordinario para ciudadanos comunes.

Los pasaportes diplomáticos vaticanos son emitidos para los más altos funcionarios de la Santa Sede y sirven principalmente como documentos internacionales de representación. Los miembros de la Guardia Suiza, por ejemplo, mantienen su pasaporte suizo.

Otra particularidad es que no existe un procedimiento abierto o público para solicitar la ciudadanía vaticana. No hay formularios, procesos de solicitud ni requisitos estandarizados. La ciudadanía es concedida de manera discrecional, vinculada al nombramiento en un cargo específico, y suele extinguirse automáticamente al cesar dicha función.

Esto hace que la ciudadanía vaticana no sea un objetivo alcanzable para el público general, ni siquiera para los fieles católicos más devotos. En esencia, es una nacionalidad al servicio de una institución, no un derecho o una aspiración de vida para individuos comunes.

Conclusión: Una ciudadanía simbólica

En el imaginario colectivo, el Vaticano evoca misterio, solemnidad y una conexión profunda con lo sagrado. La ciudadanía vaticana, en ese sentido, también representa un concepto excepcional que rompe con las normas habituales del derecho de nacionalidad.

No es una herramienta de integración ni una promesa de derechos civiles, sino una condición administrativa destinada a facilitar la operatividad de un Estado único en su especie. Para los iberoamericanos que sienten admiración por el Vaticano, es importante comprender que, si bien el vínculo espiritual con la Santa Sede está abierto a todos, el vínculo jurídico como ciudadano está reservado exclusivamente a aquellos que forman parte activa de su estructura institucional.

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